LIFESTYLE

Allien Allien

3 ago 2025

¿Y si detrás el film, la obra maestra o la colección de moda había algo más que inspiración?

¿Y si la verdadera musa tenía cuatro patas, mirada profunda y un gran olfato para las sensibilidad artística?

Siempre creímos que el arte era cosa de humanos... hasta que conocimos a Lump, a Fulang Chang, a Choupette y a Kofi. Mascotas, sí. Pero también acompañantes emocionales, alter egos peludos y confidentes silenciosos que nunca pidieron crédito, solo espacio en el estudio (y a veces, en la portada de Vogue).

Entre lienzos, cigarros, cámaras, mundos inventados y caos creativo… ellos estaban ahí. Existiendo. Observando. Inspirando.

Y entonces me pregunté: ¿Las grandes ideas nacen de la genialidad… o de los ojos de quien te acompaña cuando nadie más entiende lo que haces?

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Frida Kahlo

Mi único hijo ha sido un mono

Frida y Fulang Chang: el mono más dramático de Coyoacán

Frida no estaba sola en sus autorretratos: si te fijas bien, hay alguien más mirando directo al espectador con la misma intensidad... su mono araña Fulang Chang, la mascota más fashion y pasiva-agresiva del México posrevolucionario.

Se cuenta que Fulang era más que un compañero: era el alter ego peludo de Frida, con mirada trágica y poses estudiadas. Se paseaba libre por la Casa Azul, dormía en su cama y se colaba en las fotos como si supiera que estaba haciendo historia.

Una vez, durante una visita de fotógrafos extranjeros, Fulang se trepó a los hombros de Frida y se quedó ahí, como una joya barroca viva, mientras ella posaba seria, con su corset de yeso decorado a mano. El mono no se movió ni un milímetro. Total diva.

“”, decía Frida.

Y sí: Fulang Chang tuvo su propio retrato, su espejo de bolsillo y su lugar en la mesa.


Pablo Picasso

Entre cubismo, platos rotos y salchichas andaba el amor verdadero.

Antes de que existiera el término “perrhijo”, ya estaba Lump, el perro salchicha que Pablo Picasso amó como a ningún otro ser viviente (sí, ni a Dora Maar).

El nombre viene del alemán “Lump”, que significa “sinvergüenza”... y el título le quedaba como pincel al lienzo.

Lump no solo lo acompañaba por la casa de La Californie (la más caótica de sus residencias), también se sentaba a mirar mientras Picasso pintaba, como un crítico silencioso con orejas largas y juicios precisos.

Un día, Lump simplemente decidió mudarse con él —se bajó del auto de David Douglas Duncan, su dueño original, y jamás volvió. Porque el arte se siente, y el cariño también.

Picasso lo dibujó más de 40 veces.

En servilletas, platos, libros y lienzos.

Hasta lo metió en su versión personal de “Las Meninas” de Velázquez. ¿Quién más puede decir eso?

Cuando Lump murió, Picasso dijo poco… pero guardó su platito de cerámica como si fuera una reliquia.

Porque hay amores que ni el cubismo puede fragmentar.

“Lump era irremplazable.”

Y se nota.


Salvador Dalí y su ocelote Babou

Salvador Dalí y Babou: el ocelote surrealista

Si Paris Hilton tuvo a Tinkerbell, Dalí tuvo a Babou, su ocelote con contrato de celebridad.

El felino exótico acompañaba al artista catalán en cenas en Nueva York, visitas al Ritz y entrevistas televisivas, siempre con un arnés de pedrería.

Una vez, en un restaurante de lujo, una mujer gritó al ver al ocelote.

Dalí le contestó con total seriedad:

“Señora, este es un gato común y corriente... solo que pintado a mano.”

Babou fue visto en la Ópera de París, en el metro, en desfiles de moda y hasta en fiestas con Andy Warhol.

Dicen que Dalí le contaba ideas antes de ponerlas en el lienzo, y que Babou maullaba cuando algo no le parecía lo suficientemente excéntrico.

Si Paris Hilton tuvo a Tinkerbell, Dalí tuvo a Babou, su ocelote con contrato de celebridad.

El felino exótico acompañaba al artista catalán en cenas en Nueva York, visitas al Ritz y entrevistas televisivas, siempre con un arnés de pedrería.

Una vez, en un restaurante de lujo, una mujer gritó al ver al ocelote.

Dalí le contestó con total seriedad:

“Señora, este es un gato común y corriente... solo que pintado a mano.”

Babou fue visto en la Ópera de París, en el metro, en desfiles de moda y hasta en fiestas con Andy Warhol.

Dicen que Dalí le contaba ideas antes de ponerlas en el lienzo, y que Babou maullaba cuando algo no le parecía lo suficientemente excéntrico.


Freddie Mercury

Mascotas: Tenía al menos 10 gatos, entre ellos Delilah (inmortalizada en una canción).

Freddie Mercury tenía muchas pasiones: la ópera, el exceso, los gatos.

Pero Delilah… Delilah era otra cosa. Una gata de pelaje marmoleado que llegó a su vida como un huracán de zarpazos, poses y maullidos dramáticos

Vivía con varios gatos, pero Delilah era la favorita (sí, eso lo sabían los demás felinos también).

Tenía su sillón, su cojín y su canción. Literal. Porque Freddie le compuso “Delilah” en 1991, y no fue metáfora: era un himno de amor puro a su consentida de bigotes.

Dormía con él. Salía en fotos con joyas falsas. La mandó pintar.

Y si alguien osaba molestarla… bueno, another one bites the dust.

Cuenta la leyenda que cuando Freddie enfermó, Delilah no se despegó de su lado ni una noche. Como si supiera. Como si quisiera ronronearle el alma.

“Delilah, you make me so very happy… You give me kisses and I go out of my mind.”

Así la cantó. Así la vivió.


Audrey Hepburn

Un ciervo llamado Ip (le fue dado por el director de Green Mansions).

Ip: la bambina con un ciervo en casa

Antes de que existiera core aesthetic, Audrey ya vivía en uno.

Y como si no fuera suficientemente mágica por sí sola, en 1958 apareció Ip, un cervatillo bebé que convirtió su vida en una película de cuento… en technicolor y con pestañas infinitas.

Durante el rodaje de Green Mansions, el entrenador de animales le sugirió llevarse al cervatillo a casa para crear vínculo. Audrey no lo pensó dos veces: lo adoptó como si fuera su roomie de Hollywood.

Ip la seguía por todo el departamento como un perrito místico. Dormía con ella, la acompañaba al set y hasta la esperaba fuera del camerino como una groupie con pezuñas.

Hay una foto legendaria (tómala y hazla altar): Audrey, descalza, con vestido de flores, abrazando a Ip en una tienda como si estuviera comprando sueños.

Una fantasía de inocencia que dejó al mundo obsesionado con la ternura.

“Tenía los ojos más hermosos que había visto… hasta que conocí los de Ip”, bromeaba Audrey.

Y sí: el ciervo se robó más de una portada, pero jamás su lugar.


Tilda Swinton

Tiene perros y gatos que suelen aparecer en su entorno artístico.

Y a su lado, casi como una sombra blanca y suave, va Louie, un spaniel tibetano de espíritu zen y pelaje que parece diseñado por Raf Simons.

Una vez, en un festival de cine en Suiza, alguien dijo que Louie tenía el aura de una estrella muda de los años 20.

Tilda lo miró y dijo: “Él no actúa. Él simplemente es.”

Louie ha compartido viajes místicos, caminatas en Escocia y cenas silenciosas con escritores, artistas y uno que otro exvampiro emocional.

Duerme sobre alfombras persas, escucha Bach y ladra cuando detecta impostores.

¿Su momento más icónico? Una sesión de fotos en blanco y negro donde ambos, Tilda y Louie, parecen estar canalizando a David Lynch mientras leen poesía en una tormenta de nieve.

Musa, compañero, espejo emocional.

Porque si hay alguien capaz de tener una mascota conceptual, es ella.


Demi Moore (EE.UU.)

Pilaf, un Chihuahua de 3 a 4 libras.

Raza: Chihuahua hairless o de pelo corto muy pequeño.

Pilaf la acompaña a todas partes: Fashion Weeks, premieres, museos. Demi lo describe como “el Weirdest Little Duo in Hollywood” y publicó un álbum visual de ellos dos bajo el título “Just a couple of weirdos” con fotos dentro de la casa, en piscina y glamour total


Karl Lagerfeld y Choupette (Alemania)

Choupette, posiblemente la mascota más famosa de la moda.

Raza: Gata birmana.

Personalidad: Diva internacional, antisocial, heredera millonaria.

Choupette tenía chef personal, dos niñeras y su propia cuenta bancaria. Lagerfeld juró que si fuera legal, se habría casado con ella. Tenía su propio iPad y viajaba en jet privado. Una vez se negó a posar para Vogue si no tenía agua Evian en copa de cristal.


Remedios Varo (España)

Constante en su universo pictórico. Sus criaturas parecen salidas de sueños mecánico-místicos

Mascotas reales: Gatos, aunque con menos registro que Leonora.

Obra clave: Simpatía (La rabia del gato) — literalmente una escena donde un gato altera el orden mágico.

Fotos: En su estudio, casi siempre con vestimenta y actitud ritualista.

Mascotas y simbolismo: Perros, monos, iguanas, aves. Criaturas zapotecas como metáfora del cuerpo, lo animal y lo sagrado.

Presencia en su obra: Fundamental. Su gráfica y escultura está repleta de ellos.


Marc Jacobs y Neville

Bulldog inglés, Neville (con cuenta de Instagram).

Raza: Bulldog inglés.

Personalidad: Grumpy-chic, fotogénico, el rey del backstage.

Neville tenía más campañas que muchos modelos. Una vez se robó el protagonismo en un editorial para Vogue Italia porque simplemente se echó en el centro del set y nadie tuvo el corazón para moverlo.


Donatella Versace y Audrey (Italia)

Jack Russell Terrier, Audrey.

Personalidad: Elegante, alerta, con gusto por el terciopelo.

Audrey tiene una suite propia en la mansión de Donatella. Durante fittings, Audrey observa como si fuera editora en jefe. Donatella dice: “Si no ladra, el look no sirve.”


Grace Coddington y Bart (UK)

Raza: Gato persa.

Personalidad: Majestuoso, pasivo-agresivo, fan del silencio.

Grace convirtió a Bart en coestrella de su libro The Catwalk Cats. Dicen que Anna Wintour una vez intentó acariciarlo y él simplemente se fue. Legend.

Grace Coddington

Mascotas: Gatos (en especial Bart y Pumpkin).


Andy Warhol (EE.UU.)

Archie (dachshund).

Raza: Dachshund puro.

Warhol lo trató como alter ego: Archie lo acompañaba a rodajes, fiestas en Nueva York y Europa. Apareció en silkscreen art, retratos y hasta disfrazado de papa en su libro Exposures


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Quizá nunca sabremos si fue el artista quien eligió a la mascota… o si fue la mascota quien olfateó el alma rota del artista y decidió quedarse.

Entre ocelotes con collar, perros salchicha filósofos y gatos con más estilo que una editorial en París, entendimos algo: el arte no siempre se pinta con pincel —a veces se acompaña con patas.

Porque en un mundo que a veces olvida la ternura, ellos están ahí: con mirada fija, respiración tranquila y una lealtad que ni la fama ni el ego pueden romper.

Así que la próxima vez que veas una obra inmortal, pregúntate:

¿Quién estaba del otro lado del lienzo? ¿Un crítico? ¿Un amante? ¿O un perro con nombre de poema?


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